Por fin parece que encuentro un ratito para terminar de contar nuestra particular ascensión al Moncayo.
Efectivamente, llegamos a la cumbre, supimos que era la cumbre por que había un gran bulto de nieve que parecía amontonada en el lugar donde debería estar el punto geodésico, allí llegamos todos los que componíamos el grupo, y como es costumbre nos agrupamos para la foto con pañuelo de "la peña himalaya" incluido. Al poco tiempo de estar allí arriba parados ya se nos empezaron a entumecer las manos, el viento parecía que aumentaba a medida que avanzaba el dia y la temperatura era muy baja, así que no pudimos entretenernos mucho rato (tampoco había mucho que ver pues la niebla nos privó del paisaje de la cima). Dimos media vuelta y volvímos sobre nuestras pisadas, ahora el viento nos daba medio de espaldas y con las capuchas puestas no resultaba tan molesto. No tardamos en llegar al ángulo que conectaba la pala con la cresta que pisabamos, nada mas bajar por esta pala un par de pasos ya dejabas el viento atrás y parecía que volvía la calma, aunque esta zona resulta especialmente peligrosa con la nieve que nos encontramos por que allí son bastante comunes los aludes y la nieve estaba muy suelta. Con cuidado y pericia fuimos descendiendo, yo me di más prisa de lo normal para que se activara bien la circulación pues desde el parón de la cumbre todavía no me sentía las manos y quería quemar calorías a toda costa para entrar en calor, así que me distancié del grupo pensando que ya nos reuniriamos en el circo que la cosa estaría mas calmada. Al llegar al circo el viento allí soplaba con más fuerza que durante la subida, así que no me pareció una buena idea quedarme allí esperando y avancé hasta la entrada del bosque, que ya quedaba mas resguardado, y esperé un ratito, entre tanto, el resto del grupo fué bajando y Vicente se entretuvo un rato buscando los esquies, que había dejado "escondidos" en la subida, y guardaba en el gps su posición; lo que pasa es que estos aparatos, en ocasiones, son traicioneros y pueden llegar a tener un error de varios metros, por eso tardó un poco mas en encontrarlos. Pero todo se fué normalizando, sobre todo conforme nos fuimos reuniendo todos a la entrada del bosque, yo me gané una pequeña "reprimenda" por haber tenido tanta prisa y entiendo que a Enrique no le faltaba razón, pero uno es cabezón...
Una vez todos en el bosque el resto del descenso ya transcurrió sin problemas, al menos para los que ibamos a pié, cuando llegamos al santuario (punto en el que se toma la senda para subir a la cumbre) nos metimos en un bar restaurante muy acogedor que hay y pensamos en comer allí, entre tanto esperábamos a Vicente, que al bajar con esquís había tomado otra ruta por la zona del bosque y no lo teníamos controlado, al cabo de unos 15 minutos apareció empapado en sudor y diciendo aquello de "esto de los esquis de travesía es un fer la má". Bueno, tengamos en cuenta que era la primera vez que lo practicaba y que tal vez sus botas no eran las más adecuadas, pero, conociéndole, lo volverá a intentar, después de todo esto vivimos algunas aventuras y desventuras más durante el viaje de regreso, como el drama del bocadillo de Juan Luís, la comilona al borde del camino, el secuestro del gorro, y otras cosas que darían para llenar decenas de blogs y que las reservo para contarlas en tertulias de bar, que es donde este tipo de cosas pasan a formar parte de la mitología baruna.
Hasta la próxima!
Efectivamente, llegamos a la cumbre, supimos que era la cumbre por que había un gran bulto de nieve que parecía amontonada en el lugar donde debería estar el punto geodésico, allí llegamos todos los que componíamos el grupo, y como es costumbre nos agrupamos para la foto con pañuelo de "la peña himalaya" incluido. Al poco tiempo de estar allí arriba parados ya se nos empezaron a entumecer las manos, el viento parecía que aumentaba a medida que avanzaba el dia y la temperatura era muy baja, así que no pudimos entretenernos mucho rato (tampoco había mucho que ver pues la niebla nos privó del paisaje de la cima). Dimos media vuelta y volvímos sobre nuestras pisadas, ahora el viento nos daba medio de espaldas y con las capuchas puestas no resultaba tan molesto. No tardamos en llegar al ángulo que conectaba la pala con la cresta que pisabamos, nada mas bajar por esta pala un par de pasos ya dejabas el viento atrás y parecía que volvía la calma, aunque esta zona resulta especialmente peligrosa con la nieve que nos encontramos por que allí son bastante comunes los aludes y la nieve estaba muy suelta. Con cuidado y pericia fuimos descendiendo, yo me di más prisa de lo normal para que se activara bien la circulación pues desde el parón de la cumbre todavía no me sentía las manos y quería quemar calorías a toda costa para entrar en calor, así que me distancié del grupo pensando que ya nos reuniriamos en el circo que la cosa estaría mas calmada. Al llegar al circo el viento allí soplaba con más fuerza que durante la subida, así que no me pareció una buena idea quedarme allí esperando y avancé hasta la entrada del bosque, que ya quedaba mas resguardado, y esperé un ratito, entre tanto, el resto del grupo fué bajando y Vicente se entretuvo un rato buscando los esquies, que había dejado "escondidos" en la subida, y guardaba en el gps su posición; lo que pasa es que estos aparatos, en ocasiones, son traicioneros y pueden llegar a tener un error de varios metros, por eso tardó un poco mas en encontrarlos. Pero todo se fué normalizando, sobre todo conforme nos fuimos reuniendo todos a la entrada del bosque, yo me gané una pequeña "reprimenda" por haber tenido tanta prisa y entiendo que a Enrique no le faltaba razón, pero uno es cabezón...
Una vez todos en el bosque el resto del descenso ya transcurrió sin problemas, al menos para los que ibamos a pié, cuando llegamos al santuario (punto en el que se toma la senda para subir a la cumbre) nos metimos en un bar restaurante muy acogedor que hay y pensamos en comer allí, entre tanto esperábamos a Vicente, que al bajar con esquís había tomado otra ruta por la zona del bosque y no lo teníamos controlado, al cabo de unos 15 minutos apareció empapado en sudor y diciendo aquello de "esto de los esquis de travesía es un fer la má". Bueno, tengamos en cuenta que era la primera vez que lo practicaba y que tal vez sus botas no eran las más adecuadas, pero, conociéndole, lo volverá a intentar, después de todo esto vivimos algunas aventuras y desventuras más durante el viaje de regreso, como el drama del bocadillo de Juan Luís, la comilona al borde del camino, el secuestro del gorro, y otras cosas que darían para llenar decenas de blogs y que las reservo para contarlas en tertulias de bar, que es donde este tipo de cosas pasan a formar parte de la mitología baruna.
Hasta la próxima!
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