martes, 17 de febrero de 2009

Mueren dos montañeros en el Moncayo

Esta mañana me ha sorprendido esta noticia que aparece en varios diarios nacionales, al parecer Pablo Domínguez Prieto y Sara Rosalía J. G. sufrieron una aparatosa caida por la pendiente del circo cuando ya descendian de la cumbre este domingo. Me ha hecho examinarme y ver que en ocasiones arriesgamos mas de la cuenta en la realización de este, uno de nuestros deportes favoritos, hace poco mas de una semana que subimos esa cumbre con peor clima que el que tendrían este domingo y uno ve las cosas desde otro punto de vista cuando ocurren estas desgracias.
Descansen en Paz.

domingo, 15 de febrero de 2009

El Moncayo: la montaña mágica (2)

Por fin parece que encuentro un ratito para terminar de contar nuestra particular ascensión al Moncayo.
Efectivamente, llegamos a la cumbre, supimos que era la cumbre por que había un gran bulto de nieve que parecía amontonada en el lugar donde debería estar el punto geodésico, allí llegamos todos los que componíamos el grupo, y como es costumbre nos agrupamos para la foto con pañuelo de "la peña himalaya" incluido. Al poco tiempo de estar allí arriba parados ya se nos empezaron a entumecer las manos, el viento parecía que aumentaba a medida que avanzaba el dia y la temperatura era muy baja, así que no pudimos entretenernos mucho rato (tampoco había mucho que ver pues la niebla nos privó del paisaje de la cima). Dimos media vuelta y volvímos sobre nuestras pisadas, ahora el viento nos daba medio de espaldas y con las capuchas puestas no resultaba tan molesto. No tardamos en llegar al ángulo que conectaba la pala con la cresta que pisabamos, nada mas bajar por esta pala un par de pasos ya dejabas el viento atrás y parecía que volvía la calma, aunque esta zona resulta especialmente peligrosa con la nieve que nos encontramos por que allí son bastante comunes los aludes y la nieve estaba muy suelta. Con cuidado y pericia fuimos descendiendo, yo me di más prisa de lo normal para que se activara bien la circulación pues desde el parón de la cumbre todavía no me sentía las manos y quería quemar calorías a toda costa para entrar en calor, así que me distancié del grupo pensando que ya nos reuniriamos en el circo que la cosa estaría mas calmada. Al llegar al circo el viento allí soplaba con más fuerza que durante la subida, así que no me pareció una buena idea quedarme allí esperando y avancé hasta la entrada del bosque, que ya quedaba mas resguardado, y esperé un ratito, entre tanto, el resto del grupo fué bajando y Vicente se entretuvo un rato buscando los esquies, que había dejado "escondidos" en la subida, y guardaba en el gps su posición; lo que pasa es que estos aparatos, en ocasiones, son traicioneros y pueden llegar a tener un error de varios metros, por eso tardó un poco mas en encontrarlos. Pero todo se fué normalizando, sobre todo conforme nos fuimos reuniendo todos a la entrada del bosque, yo me gané una pequeña "reprimenda" por haber tenido tanta prisa y entiendo que a Enrique no le faltaba razón, pero uno es cabezón...
Una vez todos en el bosque el resto del descenso ya transcurrió sin problemas, al menos para los que ibamos a pié, cuando llegamos al santuario (punto en el que se toma la senda para subir a la cumbre) nos metimos en un bar restaurante muy acogedor que hay y pensamos en comer allí, entre tanto esperábamos a Vicente, que al bajar con esquís había tomado otra ruta por la zona del bosque y no lo teníamos controlado, al cabo de unos 15 minutos apareció empapado en sudor y diciendo aquello de "esto de los esquis de travesía es un fer la má". Bueno, tengamos en cuenta que era la primera vez que lo practicaba y que tal vez sus botas no eran las más adecuadas, pero, conociéndole, lo volverá a intentar, después de todo esto vivimos algunas aventuras y desventuras más durante el viaje de regreso, como el drama del bocadillo de Juan Luís, la comilona al borde del camino, el secuestro del gorro, y otras cosas que darían para llenar decenas de blogs y que las reservo para contarlas en tertulias de bar, que es donde este tipo de cosas pasan a formar parte de la mitología baruna.
Hasta la próxima!

miércoles, 11 de febrero de 2009

El Moncayo, la montaña mágica

El viernes pasado comentaba yo con un amigo lo malo que estaba el tiempo, y que me fastidiaba porque teníamos planeado hacer una corta "expedición" de fin de semana al Moncayo, un pico que todavía no habia tenido oportunidad de pisar y que me apetecía mucho. La verdad es que ese día, en Alcoy, el clima era bastante desapacible, fuertes rachas de viento, frio... algo de lluvia... y el parte meteorológico para Tarazona todavía era peor, no conocía el del pico en concreto pero me lo podía imaginar... un macizo que separa el norte de España de la zona levantina y suele permanecer nublado y cubierto de nieve durante todo el invierno.
La cuestión es que el sábado, al despertar, el clima había cambiado a mejor, por lo menos en Alfarrasí, y cuando hace sol las cosas se miran con más alegría. Así que cuando hablé con Vicente y los demás me di cuenta de que si que íbamos a ir, por malo que fuese el parte meteorológico del Moncayo (que lo era).
A las 3:30 habíamos acordado la salida en coche desde Canals, pero no fue hasta las 16:30 que salimos de allí. Teníamos casi 7 horas de carretera para llegar a un destino incierto pero de momento el clima acompañaba. Claro que conforme fuimos viajando hacia el Norte la cosa se fue complicando y a las 23:00 llegábamos al Monasterio de Veruela con nieves copiosas y viento impetuoso, la carretera se iba cubriendo del resbaladizo manto bastante rápido, pero ninguno estaba por la labor de bajar del vehículo haciendo frente a la tormenta para poner las cadenas (parte de la culpa la tenía el termómetro que llevaba el coche que nos marcaba -3º y le quitaba las ganas a cualquiera) total que seguimos y seguimos, y parecía que los dos coches aguantaban bien sobre la nieve, conduciendo con la debida prudencia, andábamos buscando el centro de interpretación, pero con el tiempo tan revuelto nos lo pasamos, nuestra suerte fue que la nieve ya empezaba a cubrir un palmo sobre la carretera y al llegar a una curva con cierta pendiente nos dimos cuenta de que no podíamos seguir, allí mismo dimos la vuelta y nos dirigimos a montar las tiendas en cualquier sitio que nos pareciera apacible, ya mañana intentaríamos seguir adelante (con cadenas), el sitio lo encontramos pronto, entre unos pinos que nos cobijaban del viento y nos dejaban espacio suficiente para montar las dos tiendas. Dormimos, unos con mas frio que otros, alguno que durmió, por decisión suya, en el porche de la tienda confesó al día siguiente no haber pegado ojo, pero bueno...
Amaneció tranquilo, no había muestras de viento y ya no nevaba. Federico llegó puntual (habíamos quedado con él en el centro de interpretación y era justo donde estábamos, por pura casualidad), nos levantamos con ánimo contrariado, no sabíamos si podríamos coronar, pero después de un buen desayuno campestre la situación siempre mejora, así que desmontamos las tiendas y recogimos todo (Juan Luís se encargó de que no quedara ni huella de que allí se hubiera pernoctado), pusimos las cadenas y adelante!

Subiendo por la carretera nos salieron a saludar una pareja de corzos y luego un zorro bastante grande que daban muestra de la abundante fauna que habita en esos montes, conseguimos aparcar a unos 500 m del restaurante que hay cerca de una ermita desde donde se inicia la ascensión, en poco tiempo estábamos en marcha, caminando por una pista forestal cubierta de nieve, Vicente estrenaba unos esquís de travesía que aunque eran de segunda mano para él como si fuesen nuevos y se le veía muy contento (con la ilusión de las cosas nuevas), y así anduvimos hasta que la pista se convirtió en senda y se adentró en un bosque de pinos muy poblado y en el que nos encontramos estampas dignas de foto, durante todo este tiempo el viento sopló muy flojo y nos permitió avanzar sin mayor impedimento que el de arrastrar nuestros pobres cuerpos y mochilas.

Ttodo cambió a la salida del bosque, donde nos encontramos con un ventisquero que había amontonado nieve polvo que nos llegaba casi a la cintura, tras atravesarlo el viento empezó a soplar con mucha fuerza, con rachas que casi nos tumbaban, seguimos avanzando y pronto llegamos al Circo del Moncayo, parece mentira que un espacio tan grande, permanezca oculto hasta que llegas al sitio, allí el vendaval ya formaba parte del decorado y el hambre empezaba a pincharnos, nos pusimos como objetivo para tomar el tentempié unas rocas situadas justo en el lugar en que la pendiente se hace más pronunciada, nos costó un rato llegar hasta allí por que el viento no dejaba de soplar, pero una vez al socaire se podía contemplar un espectáculo que hizo que el esfuerzo mereciera la pena, se veían ráfagas de nieve pasando a toda velocidad, silbando y golpeando a los pocos montañeros que nos venían siguiendo. Allí recuperamos fuerzas y aprovechamos para ponernos los crampones, porque la pendiente y las placas de hielo requerían de tal utensilio.

Con los crampones puestos y ánimo recuperado empezamos la parte mas dura de la ascensión, la subida de la última pala que se va empinando y empinando hasta terminar casi vertical por que el viento del Norte forma una enorme duna de nieve en la cresta que le da esta peculiar forma. A los pocos metros nos metimos en una nube y llegamos a perdernos de vista unos a otros, todo se veía blanco: nieve, niebla, viento, mas nieve y cada vez mas y mas empinado. Llegó un momento en que subía dos pasos y me resbalaba tres hacia abajo, y además no se veía el final, no sabías si faltaba mucho o poco, la única referencia era el altímetro, sabíamos que la altura del monte eran 2.314 m y ya nos marcaba 2.270, no podía faltar ya mucho, así fue que cuando teníamos la cresta a 3 o 4 m empezamos a verla recortada contra la niebla a duras penas, la última parte era muy empinada y tuvimos que ayudarnos del piolet para superarla, pero llegamos. La “sorpresa” fue que al asomarnos arriba por la punta de la duna corría un viento de mil demonios (aprox. 100 km/h), acompañado de cristalitos de hielo que te golpeaban con malicia en la cara, pero la cumbre estaba a tiro de piedra, no era momento de abandonar, así que venciendo nuestros temores saltamos a la superficie y caminamos encorvados a lo largo de unos 200 m y allí vimos al fin lo que con tanto afán habíamos buscado ¡la cumbre del Moncayo!

(continuará….)

domingo, 1 de febrero de 2009

Pelis mochileras


Hoy toca hablar de cine, más concretamente de un subgénero del cine que, para irnos situando, yo lo considero un subconjunto dentro de las llamadas road movies; me refiero a las películas mochileras, sólo algunas elegidas pueden recibir este apelativo y para ello tienen que cumplir tres requisitos básicos que voy a enumerar a continuación:
1. El argumento o gran parte de este tendrá que desarrollarse durante un viaje-aventura.
2. La presencia de la mochila es indispensable, en cuantas mas escenas aparezca mejor.
3. Buena parte del viaje deberá realizarse a pié, a caballo (o a lomos de cualquier perisodáctilo o artiodáctilo), en bicicleta, o haciendo autostop.

Estas características las cumplen un jugoso número de películas, algunas de ellas bastante buenas desde el punto de vista cinéfilo, otras... no tanto. Voy a poner una pequeña lista a ver qué os parece.

  1. Dos mulas y una mujer

  2. El oro de Mackenna

  3. Viven

  4. Leyendas de Pasión (si, para mi el vividor Tristan es un mochilero de corte clásico)

  5. Siete años en el Tibet

  6. Diarios de motocicleta

  7. Pídele cuentas al Rey

  8. Tuareg

  9. Seis dias y siete noches

  10. El desafío

Como siempre se agradecerán comentarios, correcciones, añadidos y críticas (constructivas) a esta entrada.